Para que NO Me Olvides - Lorenzo Santamaria


lunes, 20 de junio de 2011

Un paquete abierto a tiempo

El macabro contenido sellaría el destino de Henry Wainwright


por MAX HAINES
 
Henry Wainwright llevaba una doble vida. En una, tenía una casa grande y cómoda, con amante esposa, cuatro hijos y servidumbre. Era querido por todos.

En 1875, Henry y su hermano William eran fabricantes de escobas, y su negocio estaba ubicado en Whitechapel Road, Londres, Inglaterra. Los dos hermanos habían heredado algún dinero, lo que les permitió establecer su propio negocio y, durante un tiempo, llevar un estilo de vida placentero. Por cosa del destino, el negocio de Henry quedaba a un lado del Teatro Pavilion, que estaba lleno de hermosas jóvenes actrices.

Harriet Lane, una bella rubia de 20 años, conoció a Henry por cosa del azar. El encuentro casual llevó a una invitación casual a tomar un trago en un bar local. Varios encuentros más tarde, Harriet se había enamorado locamente del empresario de obvio éxito y amante de la diversión. Harriet tenía sus principios. Insistía en el matrimonio. Bueno, no exactamente matrimonio, pero al menos la apariencia del mismo. Ella y Henry vivían con el nombre un tanto elegante de señor y señora King.

Durante tres años Henry dirigió su negocio y coqueteó con las coristas como el fabricante de escobas Henry Wainwright. La otra mitad del tiempo vivía su segunda vida como Percy King. El señor y la señora King tenían dos bebés saludables. Harriet nunca fue tan feliz. Henry la mantenía a ella y a los dos niños con generosidad. Luego las cosas se salieron de curso. El negocio de Henry comenzó a marchar mal, lo cual lo obligó a hipotecar su almacén para satisfacer a sus acreedores. Su hermano William se retiró del negocio. Harriet, por supuesto, sintió la tensión de inmediato. La suma que Henry le daba disminuyó gradualmente. Le confió su secreto a una sola persona, una tal señorita Wilmore. Ella a menudo le servía a Harriet como niñera.

Ante la rápida disminución de los fondos, Harriet pronto adquirió el hábito de ahogar sus penas en el bar local. Incluso tenía las agallas de presentarse en la fábrica de escobas. Se volvió irritable y belicosa, una verdadera molestia. Henry tuvo una idea. Compró una caja de cloruro de cal. Luego invitó a Harriet a hacer un viaje, buscándose para ello cualquier pretexto. Esa misma tarde, tres hombres que trabajaban en la tienda de Henry creyeron escuchar tres disparos.

Pocos días después, la señorita Wilmore pasó por la fábrica de escobas para preguntar por su amiga. Henry ni siquiera pestañeó. Le dijo que había enviado a Harriet a Brighton para que descansara.

Pasaron otros dos días. Henry tenía malas noticias. Harriet lo había abandonado. Se reunió con un amante en Brighton. Evidentemente, se trataba de una vieja conquista, un tal Teddy Frieake.

A la señorita Wilmore le pareció que había gato encerrado. Ella conocía a Teddy y pensó en averiguar si aún estaba en la ciudad. Como podrán imaginarse, Teddy estaba en Londres y no había visto a Harriet en años. Para mayor consternación de la dama, ésta recibió una carta, firmada T. Frieake, en la cual describía su fuga con Harriet.

Cuando la señorita Wilmore le dijo a Teddy sobre la carta, él se puso furioso. Miró fijamente a Henry en los ojos. Éste, una vez más, se mantuvo impasible. Le dijo en medio de risas a Teddy que había ocurrido una coincidencia. Se refería a otro Teddy Frieake.

El tiempo cura todas las heridas. La señorita Wilmore se ocupó de los dos bebés de Harriet. Henry proporcionaba la asistencia financiera. El padre de Harriet hizo un par de preguntas, pero dado que tenía nueve hijas, le resultaba difícil seguirle la pista a todas ellas.

Los meses transcurrieron. El negocio de Henry no mejoraba. Recibió alguna ayuda financiera de otro hermano, Thomas, quien dirigía una ferretería al sur del Támesis, pero nada podía salvar la fábrica de escobas.

A medida que se acercaba el aniversario de la desaparición -o fuga, si lo prefieren- de Harriet, el negocio de escobas se declaró en bancarrota. Los acreedores se preparaban para tomar posesión del mismo.

El 11 septiembre de 1875, Henry le pidió a un ex empleado llamado Stokes que le ayudara a transportar algunos paquetes. Éste aceptó y ambos se dirigieron al almacén, donde Henry sacó dos grandes paquetes envueltos en lienzo. Intentaban detener un carruaje cuando Stokes, por curiosidad, abrió una esquina del paquete que él cargaba. Vio una mano humana. Justo en ese momento se detuvo uno. Stokes, blanco del miedo, ayudó a Henry a subir los dos paquetes.

Stokes observó cuando el carruaje se alejó por la calle y luego se detuvo. Henry había reconocido a una corista, Alice Day. Le preguntó si quería acompañarlo por el puente de Londres. Alice aceptó y se embarcó en un paseo que nunca olvidaría. Entretanto, Stokes actuó de inmediato y corrió detrás del carruaje. Le imploraba a los transeúntes y a la policía que lo ayudaran.

Finalmente, dos oficiales de policía le prestaron atención y alcanzaron el carruaje con suficiente tiempo para ver a Henry entrar en el edificio de su hermano con uno de los paquetes. La policía hablaba con la desconcertada Alice Day cuando Henry salió del edificio. Estaba colérico. "¿Por qué me molestan? Sólo voy a ver a un viejo amigo mío". La policía no le creyó ni una palabra. Acompañaron a Henry dentro del edificio. Desesperado, les dijo: "Miren, no digan nada de esto y tomen, 50 libras para cada uno". Los oficiales rechazaron el soborno. En lugar de ello, le dijeron a Henry que abriera el paquete. Éste se rehusó y le suplicaba a los oficiales: "No lo abran. Les ruego que no lo vean y, hagan lo que hagan, no lo toquen".

Los gendarmes abrieron el paquete. Retrocedieron al ver las partes del cuerpo de Harriet Lane. Henry y Alice fueron arrastrados a la estación de policía. La pobre Alice, quien no sabía qué rayos ocurría, pasó una incómoda semana en la cárcel antes de que la exoneraran por completo de cualquier implicación en el asesinato. Había sido un paseo en carruaje muy particular.

Henry fue enjuiciado por el asesinato de Harriet. No tenía muchas esperanzas después de que los testigos principales del caso contaron sus historias. Su hermano Thomas confesó que escribió la carta firmada T. Frieake. Thomas también había comprado una tabla de cocina para picar, una pala y el lienzo que se usó para envolver el cuerpo.

Thomas Wainwright fue condenado por complicidad en el asesinato y sentenciado a siete años de cárcel. Henry fue encontrado culpable de asesinato y sentenciado a muerte. Dijo ser inocente hasta el final. Confesó justo antes de ser ahorcado e, incluso, aceptó que la sentencia era justa.

FUENTE estampas.com

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