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Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno de ellos había dejado. Llamó a cada uno de los estudiantes al frente de la clase, uno por uno. Primero, les contó a cada uno como habían hecho huella en la vida de ella, y en la de la clase. Luego presentó a cada uno, con una cinta azul, impresa con letras doradas, en la cual se leía, “Quien soy deja huella.”