Para que NO Me Olvides - Lorenzo Santamaria


lunes, 11 de julio de 2011

Sobreactuación taimada

Desgraciadamente hay una analogía en esta cuestión. El Presidente está enfermo, pero el país también.
Julio Portillo /Historiador
/julioportillof@gmail.com
No había pasado una semana en que Venezuela era objeto de asombro en el mundo, al comprobarse que nombraba el gobierno a delincuentes para dirigir una cárcel, cuando ya estábamos otra vez en la incandescencia, a propósito de la salud del Presidente.
Cualquiera puede enfermarse y puede expresar sus creencias religiosas en un momento difícil de su vida. Pero lo que no puede cualquiera es utilizar su enfermedad para mentirle a un pueblo sobre la gravedad de su dolencia, siendo un hombre público.
Fue el Libertador Simón Bolívar quien le recordó a Santander, que ellos habían escogido ser hombres públicos y que además de estarle prohibidos los negocios, estaban obligados a hablarle al pueblo con transparencia.
Ningún político es inmune a una enfermedad y la salud del gobernante nos concierne a todos, porque de una u otra manera afecta la vida del Estado. Si en la economía se detecta que el presidente de una empresa está gravemente enfermo, se le sustituye. No se puede poner en riesgo la industria. La política no puede ser la excepción.
Nadie es indispensable. El cementerio está lleno de gente que creía que el mundo no podía marchar sin ellos. El presidente Chávez es evidente, que no ha sido transparente en su enfermedad: sin boletines médicos, sin el nombre de los galenos, con videos sin fecha, que dice encontrarse en la “patria grande”, operado dos veces y en menos de 72 horas aparece con dos rostros diferentes.
Algo queda claro de este guiso. Hubo una sobreactuación taimada. No nos podemos fiar de este Gobierno que se aprovecha de la masa inculta y sentimental, persuadiéndola falsamente. Se simuló una retirada que provocó la especulación, incertidumbre y duda, acerca de un líder cada vez más desgastado, para generar adhesión y provocar pasiones.
Desgraciadamente hay una analogía en esta cuestión. El Presidente está enfermo, pero el país también. Una nación a la que se le monta un juego de esta naturaleza y no hay una reacción, es un pueblo que se va acostumbrando al despotismo. La esperanza es que quien ha sido encumbrado desproporcionadamente, Dios lo sitúe en su verdadera dimensión humana. Qué es lo que importa, la vida de un hombre o la permanencia de un pueblo.

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